Él dice: “No es gran cosa que seas mi siervo para hacer volver a las tribus de Jacob, a ese pueblo de Israel que he conservado. También voy a hacer de ti una luz para los extranjeros, para que mi salvación llegue a todos”.
Yo enviaré un espíritu de gracia y oración en la casa de David y sobe los habitantes de Jerusalén. Ellos mirarán al que han atravesado, y se lamentarán sobre él, como quien guarda luto por su único hijo, llorando amargamente por su romogénito.
Aún los obstáculos grandes como montañas serán aplastados ante Zorobabel. Finalmente traerá la piedra angular con gritos de ‘¡Bendiciones sobre ella!’”
Cuando llegó y vio con sus propios ojos cómo estaba obrando la gracia de Dios, se deleitó en esto. Y animó a todos a que se consagraran por completo a Dios y a mantenerse fieles.
Después de reunirse en la sinagoga, muchos de los judíos y conversos al judaísmo siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablaban con ellos, animándolos a seguir firmes en la gracia de Dios.
Porque eso es lo que el Señor nos ha mandado a hacer: ‘Yo los he convertido en luz para los extranjeros, y a través de ustedes la salvación llegará hasta los fines de la tierra’”.
Pero considero que mi vida no tiene ya valor para mí mismo. Solo quiero terminar mi misión y el ministerio que el Señor Jesús me dio de ser testigo de la buena noticia de la gracia de Dios.
Y no es que no hayan oído. Muy por el contrario: “Las voces de los que hablan de Dios se han oído por toda la tierra. Su mensaje se extendió por todo el mundo”.
Pero el don de Jesús no es como el pecado de Adán. Aunque mucha gente murió por culpa del pecado de un hombre, la gracia de Dios es mucho más grande y ha sido dada a muchos a través de su don gratuito en la persona de Jesucristo.
Porque es por medio de Jesús, y por nuestra fe en él, que hemos recibido acceso a esta posición de gracia en la que estamos, esperando con alegría y confianza que podamos participar de la gloria de Dios.
Pero su fe en él debe seguir firme como una roca, e inamovible. No se dejen sacudir de la esperanza de la buena noticia que han oído, la buena noticia que se ha esparcido por todo el mundo. Esa es la obra que yo, Pablo, he estado haciendo.
que vino a ustedes, así como a todo el mundo, esparciéndose ampliamente y dando resultados. Del mismo modo ha dado resultados en ustedes, desde que lo oyeron y comprendieron la naturaleza de la gracia de Dios.
Él nos dio esta gracia en Cristo Jesús antes del principio de los tiempos, y ahora está revelada en la aparición de nuestro Salvador Cristo Jesús. Él destruyó la muerte, dejando en evidencia la vida y la inmortalidad por medio de la buena noticia.
Pero el Señor estuvo conmigo y me dio fuerzas para declarar todo el mensaje, de modo que los extranjeros pudieron oírlo. ¡Fui rescatado de la boca del león!
Asegúrense de que no les falte la gracia de Dios, en caso de que surja alguna causa de amargura y tribulación y termine corrompiendo a muchos entre ustedes.
Pero vemos a Jesús, puesto en un lugar un poco inferior al de los ángeles, coronado de gloria y honra por el sufrimiento de la muerte. Por medio de la gracia de Dios, Jesús experimentó la muerte por todos.