Felices son los que me escuchan, los que están pendientes en mi puerta para verme llegar.
¡Qué feliz debe ser tu pueblo! ¡Qué felices los que trabajan para ti, los que están aquí cada día escuchando tu sabiduría!
Solo le pido al Señor una cosa: quiero vivir en la casa del Señor toda mi vida, contemplando la bondad del Señor y pensando en su sano Templo.
Un día en tus atrios es mejor que mil en cualquier otro lugar. Preferiría permanecer en la casa del Señor siendo portero, que vivir cómodamente en la casa de los malvados.
Son plantados en la casa del Señor; y prosperarán en los atrios de nuestros Dios.
Tomarán un poco de sangre y la pondrán a los lados y en la parte superior de los marcos de las puertas de las casas en las que coman.
Grita en las esquinas llenas, y explica su mensaje en las puertas de la ciudad:
Felices son los que encuentran la sabiduría y obtienen entendimiento,
La sabiduría es un árbol de vida para todo el que se aferra a ella, y bendice a todos los que la aceptan.
Todo aquél que escucha las palabras que yo digo, y las sigue, es como el hombre sabio que construyó su casa sobre la roca sólida.
Ambos hacían lo que era recto delante de Dios, y eran cuidadosos en seguir los mandamientos del Señor y las normas.
Ella tenía una hermana llamada María, quien se sentó a los pies del Señor y escuchaba su enseñanza.
Pero Jesús dijo: “Más benditos aún son los que oyen la palabra de Dios y siguen sus enseñanzas”.
Ellos se comprometieron a seguir lo que los apóstoles les habían enseñado, y a la hermandad de los creyentes, “partiendo el pan” y orando juntos.