El Señor dice: Las mujeres de Sión son tan presumidas, que caminan con la cabeza en alto, lanzando miradas coquetas, tropezando con sus tobilleras que tintinean.
Tú, Jerusalén, ahora desolada, ¿qué vas a hacer? Aunque te vistas con ropas de color escarlata, y te pongas joyas de oro, y te maquilles los ojos, ¡todo tu adorno es inútil! Tus amantes te odian; ¡quieren matarte!
“Ellos incluso seguía enviando mensajeros para que los hombres vinieran de lejos. Cuando los hombres llegaban, os preparabais para ellos bañándoos, maquillándoos los ojos y poniéndoos las joyas.
“No debes desear tener la esposa de otro. No debes desear tener su casa o su campo, o su esclavo o su esclava, o su buey o su burro, o cualquier cosa que les pertenezca”.