Un proverbio dicho por un tonto es tan inútil como las piernas de un inválido.
Tropezarán con sus propios engaños. Quienes los vean se reirán de ellos y con sus cabezas harán señal de burla.
Las palabras sofisticadas no lucen en la boca de los tontos; mucho menos las mentiras deben estar en labios de un gobernante.
Confiar la entrega de un mensaje en manos de un tonto, es como cortar tus pies o beber veneno.
Honrar a un tonto es tan inútil como tratar de atar una piedra a una honda.
Un proverbio dicho por un tonto es tan ridículo como ver a un borracho entre espinos.
Jesús respondió: “Estoy seguro de que ustedes me repetirán este proverbio: ‘Médico, ¡cúrate a ti mismo!’ y preguntarán: ‘¿Por qué no haces aquí en tu propia ciudad lo que oímos que hiciste en Capernaúm?’