También echaron suertes de la misma manera que sus parientes los descendientes de Aarón. Lo hicieron en presencia del rey David, de Sadoc, de Ahimelec y de los jefes de familia de los sacerdotes y de los levitas, tanto de los jefes de familia como de sus hermanos menores.
Los líderes del pueblo ya vivían en Jerusalén. El resto del pueblo echó suertes para que uno de cada diez viniera a vivir a Jerusalén, la ciudad santa, mientras que los otros nueve se quedarían en sus propias ciudades.
Un hermano a quien has ofendido será más difícil de reconquistar que una ciudad fortificada. Las peleas separan a las personas como barras en las puertas de un castillo.