Es como si Dios, queriendo demostrar su oposición al pecado y para revelar su poder, soportara con paciencia estas “vasijas destinadas a la destrucción”,
De hecho, era como una sentencia de muerte dentro de nosotros. Esto nos sirvió para dejar de depender de nosotros mismos y comenzar a confiar en Dios, quien levanta a los muertos.
Cuando la gente hable de paz y seguridad, de repente vendrá destrucción sobre ellos. Será como el inicio repentino de los dolores de parto, y ciertamente no escaparán.
El Señor me rescatará de todas las cosas malas que me han hecho, y me llevará salvo a su reino. Porque suya es la gloria por siempre y para siempre. Amén.
Entonces oí una voz que procedía del cielo, que me decía: “¡Escribe esto! Benditos son los que mueren en el Señor a partir de ahora. Sí, dice el Espíritu, porque ahora ellos pueden descansar de sus aflicciones. Y lo que han logrado hablará por ellos”.