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Referencias Cruzadas

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Proverbios 14:10

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Solo la mente del individuo conoce su propia tristeza; y nadie más puede compartir su alegría.

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20 Referencias Cruzadas  

“Claramente estamos siendo castigados por lo que le hicimos a nuestro hermano”, se decían unos a otros. “Lo vimos en agonía suplicándonos misericordia, pero nos negamos a escucharlo. Es por eso que tenemos todos estos problemas”.

Pero cuando llegó hasta el hombre de Dios en la montaña, se agarró a sus pies. Giezi se acercó para apartarla, pero el hombre de Dios le dijo: “Déjala en paz, porque tiene una miseria terrible, pero el Señor me lo ha ocultado y no me lo ha explicado”.

¡Odio mi vida! Permíteme hablar libremente de mis quejas; no puedo guardarme mi amargura.

Otro muere después de una vida miserable sin haber experimentado la felicidad.

“Entonces no, no me callaré; hablaré en la agonía de mi espíritu; me quejaré en la amargura de mi alma.

No me da la oportunidad ni siquiera de recuperar el aliento; en cambio, llena mi vida de amargo sufrimiento.

El Señor es amigo de quienes lo respetan, y les explica su acuerdo.

Si estas feliz por dentro, tu rostro lucirá alegre; pero si estas triste, lucirás derrotado.

Con un espíritu valiente podrás combatir la enfermedad, pero si tu espíritu está quebrantado, será imposible soportarla.

Como dije, el Espíritu me levantó y me llevó. Mientras avanzaba, me sentía molesto y enojado; sin embargo, el poder del Señor había tomado pleno control de mí.

“Ahora estoy atribulado. ¿Qué debo decir, ‘Padre, guárdame de este momento de sufrimiento que está por venir’? No, porque esta es la razón por la cual vine—para vivir este momento de sufrimiento.

“Yo no los abandonaré como huérfanos: regresaré a ustedes.

Jesús respondió: “Aquellos que me aman harán lo que yo digo. Mi Padre los amará, y vendremos a crear un hogar con ellos.

Entonces la paz que viene de Dios, que es mejor que lo que podríamos imaginar, guardará sus corazones y mentes en Cristo Jesús.

Ustedes lo aman aunque nunca lo han visto. Aunque no pueden verlo ahora, creen en él y están llenos de una felicidad maravillosa e indescriptible.

Si tienes oídos, escucha lo que el Espíritu dice a las iglesias. A los que sean victoriosos les daré del maná escondido. Les daré una piedra blanca con un nombre nuevo escrito en ella, el cual nadie conoce sino solo quienes la reciben.

Ana estaba terriblemente disgustada, y le oraba al Señor mientras lloraba inconsolablemente.

“No es eso, mi señor”, le respondió Ana. “Soy una mujer muy desdichada. No he estado bebiendo vino ni cerveza; sólo estoy derramando mi corazón ante el Señor.




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