El Señor odia las mentes perversas, pero se complace con los que viven una vida de obediencia.
Yo sé, Dios mío, que tú miras por dentro y te alegras cuando vivimos bien. Todo lo he dado de buena gana y con un corazón honesto, y ahora he visto a tu pueblo aquí dando felizmente y de buena gana para ti.
No tendré malos pensamientos, ni consideraré acción perversa, por más mínima que sea.
El Señor hace lo recto y ama a quienes hacen lo recto también. Los que hacen el bien verán al Señor cara a cara.
Felices son los que hacen lo recto y siguen las enseñanzas del Señor.
Ciertamente los que viven en rectitud alabarán la clase de persona que eres, así como los que son honestos.
Pero tú quieres confiar en lo que hay en el interior; me has enseñado sabiduría desde lo más profundo.
De algo puedes estar seguro: los malvados no se quedaran sin castigo, pero los justos serán salvos.
El Señor aborrece a los mentirosos, pero se alegra con los fieles.
La bondad protege a los que viven en rectitud; pero el pecado destruirá a los malvados.
Los necios se burlan del pecado, pero los justos anhelan el perdón.
El Señor odia los pensamientos de los malvados, pero honra las palabras de los puros.
El Señor aborrece el sacrificio de los malvados, pero le complacen las oraciones de los justos.
El camino de los rectos te llevará lejos del mal. Si estás atento a dónde vas, salvarás tu vida.
Los malvados actúan sin vergüenza alguna, pero los justos cuidan cada cosa que hacen.
Porque el Señor aborrece a los mentirosos, pero es amigo de los que hacen lo que es bueno.
Sus mentes retorcidas solo traman maldad, causando problemas siempre.
Honrar al Señor significa aborrecer el mal. Por ello aborrezco el orgullo y la arrogancia, la conducta malvada y el decir mentiras.
Si corriges al burlador, recibirás insultos; si corriges al malvado por lo que hace, recibirás abuso.