Entonces el Señor dijo: “Mi espíritu de vida no permanecerá con este pueblo para siempre, porque son mortales. Ahora el tiempo de vida será de 120 años”.
Cuando alzan sus manos hacia mí para orar, miro hacia otro lado. Aunque hagan muchas oraciones, no les prestaré atención, porque sus manos están llenas de sangre.
Aunque ayunen, no escucharé su clamor. Aunque ofrezcan holocaustos y ofrendas de grano, no los aceptaré. Por el contrario, los exterminaré con la espada, el hambre y la peste.
Como resultado, responderé con ira. No los trataré con amabilidad; no seré misericordioso con ellos. Aunque griten pidiendo mi ayuda, no los escucharé”.