“Vuelve a entrar y dile a Ezequías, el gobernante de mi pueblo: Esto es lo que dice el Señor, el Dios de tu antepasado David: He oído tu oración, he visto tus lágrimas. Te prometo que te voy a curar. Por eso, dentro de tres días irás al Templo del Señor.
Pero los que murieron en ti, Señor, vivirán. Sus cuerpos resucitarán. Despiértense y canten de alegría, ustedes que duermen en el polvo, porque el rocío que reciben es como el rocío de la mañana que da vida a los que están en la tumba.
La luna brillará tanto como el sol, y el sol brillará siete veces más, como si hubiera siete días de luz en uno. Así será cuando el Señor venda las lesiones de su pueblo y sane las heridas que le causó.
Yo los redimiré del poder del Seol. Los libraré de la muerte. ¿Dónde, oh muerte, están tus plagas? ¿Dónde está, oh Seol, tu destrucción? La compasión se ha ocultado de mis ojos.