Es como la lluvia y la nieve que caen del cielo. No vuelven allí hasta que han regado la tierra, haciendo que las plantas crezcan y florezcan, proporcionando semillas para el sembrador y alimentos para comer.
Ya no te llamarán Abandonada; tu tierra no se llamará Desolada. En cambio, se te llamará Ella me hace feliz, y tu tierra se llamará Casada, porque tú haces feliz al Señor, y tu tierra estará casada.
El Señor le responderá a su pueblo: “¡Miren! Yo les mando grano, nuevo vino, y aceite de oliva para que estén saciados. Ustedes no serán más una desgracia entre las naciones extranjeras.
Yo pondré este tercio en el fuego, y lo refinaré como la plata, los probaré como se prueba al oro. Ellos clamarán por mi ayua, y yo les responderé. Diré: “Este es mi pueblo”, y ellos dirán: “El Señor es mi Dios”.
Ellos segarán en paz. La vid producirá sus uvas; el suelo dará cosecha y los cielos enviarán el agua sobre ellos. Me aseguraré de que esto suceda con el remanente de este pueblo.
Traigan todo el diezmo a la tesorería para que haya alimento en mi Templo. Pruébenme en esto, dice el Señor Todopoderoso, y yo abriré las ventanas de los cielos y haré que sobreabunden las bendiciones tanto que no tendrán lugar para ellas.