El tribunal debe proteger al asesino de ser atacado por el vengador y debe devolverlo a la ciudad santuario a la que corrió, y debe permanecer allí hasta la muerte del sumo sacerdote, que fue ungido con el óleo santo.
Permanecerá en esa ciudad hasta que se le celebre un juicio público y se emita un veredicto, y hasta la muerte del sumo sacerdote de turno. Entonces será libre de volver a su casa, a la ciudad de la que huyó’”.