Esdras alabó al Señor, el gran Dios, y todos respondieron: “¡Amén! Amén!” mientras levantaban las manos. Luego se inclinaron y adoraron al Señor con el rostro en el suelo.
Entonces David dijo a todos los presentes: “¡Alaben al Señor, su Dios!” Y todos alabaron al Señor, el Dios de sus padres. Se inclinaron en reverencia ante el Señor y ante el rey.
Entonces el rey Ezequías y sus funcionarios ordenaron a los levitas que cantaran alabanzas al Señor con las palabras de David y del vidente Asaf. Así que cantaron alabanzas con alegría, e inclinaron la cabeza y adoraron.
Sacudí los pliegues de mi túnica y dije: “¡Así es como mi Dios los sacudirá de sus casas y de sus posesiones si no cumplen su promesa! Si no lo hacen, serán sacudidos y acabarán sin nada”. Todos los presentes dijeron: “Amén”, y alabaron al Señor. El pueblo cumplió lo que había prometido.
Jesúa, Baní, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabad, Hanán y Pelaías, que eran los levitas presentes, explicaron la Ley al pueblo mientras éste permanecía de pie.
deben decirles: ‘Este es el sacrificio de Pascua para el Señor. Él fue quien pasó por encima de las casas de los israelitas en Egipto cuando mató a los egipcios, pero perdonó a nuestras familias’”. El pueblo se inclinó en adoración.
Los israelitas estaban convencidos. Cuando oyeron que el Señor había venido a ellos, y que había sido tocado por su sufrimiento, inclinaron sus cabezas y adoraron.
“¡Amén!”, dijo Jeremías. “¡Deseo que el Señor haga precisamente eso! Ojalá el Señor cumpliera tus palabras proféticas y trajera de vuelta a Jerusalén los objetos del Templo y a todos los exiliados de Babilonia.
Un fuego salió de la presencia del Señor y quemó el holocausto y las porciones de grasa en el altar. Cuando todos vieron esto, gritaron de alegría y cayeron con el rostro en el suelo.
Entonces se fue un poco más lejos, se postró sobre su rostro y oró. “Padre mío, por favor, si es posible, quítame esta copa de sufrimiento”, pidió Jesús. “Aun así, que no sea lo que yo quiero sino lo que tu quieres”.
Pues si ustedes solo oran “en el Espíritu”, ¿Cómo podrán decir “amén” las personas comunes, después de tu oración de agradecimiento, si no entendieron lo que dijiste?
Alabado sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido en Cristo con todo lo que es espiritualmente bueno en el mundo celestial,
¡Alabado sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia hemos nacido de nuevo y se nos ha dado una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
Y todos los ángeles que rodeaban el trono, y los ancianos, así como las cuatro criaturas vivientes, cayeron postrados con sus rostros a tierra ante el trono, adorando a Dios.