se unieron a los líderes para jurar seguir la Ley de Dios dada a través de Moisés, el siervo de Dios, para prestar atención y llevar a cabo todos los mandatos del Señor, nuestro Dios, sus normas y reglamentos.
Un día, cuando se leía el Libro de Moisés al pueblo, encontraron la sección en la que estaba escrito que no se debía permitir la entrada de ningún amonita o moabita a la asamblea de Dios,
Esdras leyó del Libro de la Ley de Dios todos los días, desde el primero hasta el último. Los israelitas celebraron la fiesta durante siete días, y el octavo día se reunieron en asamblea, como exigía la Ley.
Entonces el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras y los levitas que enseñaban al pueblo les dijeron a todos: “Este es un día santo para el Señor, vuestro Dios. No lloren ni se lamenten”, porque todos lloraban al oír la lectura de la Ley.
“¿A quién trata de enseñar el conocimiento?”, se preguntan. “¿A quién le está explicando su mensaje? ¿A los niños que acaban de ser destetados de la leche, a los bebés que acaban de ser retirados del pecho?
“Diles a los israelitas que el primer día del séptimo mes deben tener un sábado especial de completo descanso, una reunión santa que se anuncia con el sonido de las trompetas.
Una vez que sea rey y se siente en su trono real, debe hacer una copia para sí mismo de estas instrucciones, escribiéndolas en un pergamino en presencia de los sacerdotes levitas.
Josué leyó cada palabra de las instrucciones de Moisés a toda la asamblea israelita, incluidas las mujeres, los niños y los extranjeros que vivían entre ellos.