Algunos de los jefes de familia hicieron contribuciones voluntarias para el trabajo. El gobernador entregó a la tesorería 1.000 dáricos de oro, 50 cuencos y 530 conjuntos de ropa para los sacerdotes.
El gobernador les ordenó que no comieran nada de los sacrificios del santuario hasta que un sacerdote pudiera preguntar al Señor sobre el asunto utilizando el Urim y el Tumim.
Entonces el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras y los levitas que enseñaban al pueblo les dijeron a todos: “Este es un día santo para el Señor, vuestro Dios. No lloren ni se lamenten”, porque todos lloraban al oír la lectura de la Ley.
Cojan un manojo de hisopo, mójenlo en la sangre de la palangana y pónganlo en la parte superior y en los lados del marco de la puerta. Ninguno de ustedes saldrá por la puerta de la casa hasta la mañana.
El comandante de la guardia se llevó las palanganas, los incensarios, los aspersores, las ollas, los candelabros, los platos y los tazones, todo lo que era de oro puro o de plata.