Cuando todo esto sucedió yo no estaba en Jerusalén porque había regresado con el rey Artajerjes de Babilonia en el año treinta y dos de su reinado. Algún tiempo después pedí permiso al rey para volver.
Entonces celebraron la Fiesta de los Panes sin Levadura durante siete días. Todos los habitantes del país estaban muy contentos porque el Señor había hecho que el rey de Asiria les fuera favorable, ayudándoles a reconstruir el Templo de Dios, el Dios de Israel.
En el mes de Nisán, en el vigésimo año del reinado de Artajerjes, cuando le trajeron el vino, lo cogí y se lo di al rey. Nunca antes me había presentado ante él con aspecto triste,
Además, desde el día en que el rey Artajerjes me nombró gobernador en la tierra de Judá, que fue desde su vigésimo año hasta su trigésimo segundo año, un total de doce años, ni yo ni mis hermanos comimos la comida que se asignaba al gobernador.
Cuando el pueblo se dio cuenta de cuánto tiempo tardaba Moisés en bajar de la montaña, fueron juntos a ver a Aarón. Le dijeron: “¡Levántate! Haznos unos dioses que nos guíen porque este hombre, Moisés, que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le ha pasado”.