Nunca antes hubo un rey como él que se comprometiera con el Señor en todos sus pensamientos y actitudes, y con todas sus fuerzas, guardando toda la Ley de Moisés. Tampoco hubo después un rey como él.
El rey se puso de pie junto a la columna e hizo un acuerdo solemne ante el Señor de seguirlo y de cumplir sus mandamientos, leyes y reglamentos con total dedicación, y de observar los requisitos del acuerdo tal como estaban escritos en el libro. Todo el pueblo aceptó el acuerdo.
El rey se puso de pie junto a la columna e hizo un acuerdo solemne ante el Señor de seguirlo y de cumplir sus mandamientos, leyes y reglamentos con total dedicación, y de observar los requisitos del acuerdo tal como estaban escritos en el libro.
Así que me enfrenté a ellos y les dije que estaban malditos. A algunos los golpeé y les arranqué el pelo. Luego les hice prestar un juramento ante Dios, diciendo: “No deben permitir que sus hijas se casen con sus hijos, ni permitir que sus hijos – o ustedes mismos – secasen con sus hijas.
“Lo devolveremos”, respondieron, “y no les exigiremos nada más. Haremos lo que tú digas”. Así que convoqué a los sacerdotes e hice que los nobles y los funcionarios juraran que harían lo que habían prometido.
Cuando hagas que sus hijas se casen con tus hijos y esas hijas se prostituyan con sus dioses, harán que tus hijos adoren a sus dioses de la misma manera.