Su país ha sido devastado, sus ciudades incendiadas, sus campos despojados por los extranjeros ante sus ojos, convirtiéndolo todo en un terreno valdío.
Porque tú, Señor, has renunciado a tu pueblo, los israelitas, porque han adoptado prácticas paganas de Oriente, usan hechizos como los filisteos y se hacen amigos de los extranjeros.
A través de esta experiencia la culpa de Jacob será perdonada. La eliminación de sus pecados dará sus frutos cuando tomen todas las piedras de los altares paganos y las hagan pedazos como si fueran tiza: no quedarán en pie postes de Asera ni altares de incienso.
Entonces le pregunté: “¿Cuánto tiempo durará esto, Señor?” Él respondió: “Hasta que las ciudades queden arruinadas y vacías, las casas abandonadas y la tierra devastada y destruida;
El Señor ha destruido sin piedad todos los lugares donde vivían los descendientes de Jacob. En su ira ha derribado las fortalezas de la hija de Judá. Ha demolido y degradado el reino y a sus dirigentes.
Te dirás a ti mismo: ‘Voy a atacar un país de pueblos sin defensa, un pueblo pacífico que no sospecha de un ataque. Todos viven en pueblos sin muros defensivos ni puertas con barrotes.
El ruido terrible de la batalla se levantará contra su pueblo, y sus castillos serán destruidos, así como Salmán azotó a Bet-Arbel en tiempos de guerra. Hasta las madres junto a sus hijos fueron estrellados contra el suelo hasta quedar en pedazos.