Vayan y descubran lo que esto significa: ‘quiero misericordia, no sacrificio. Porque no vine a llamar a los que hacen el bien—Vine a llamar a los pecadores’”.
“¿Acaso no han leído las Escrituras?” les preguntó Jesús. “‘La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en la piedra angular. El Señor ha hecho esto, y es maravilloso ante nuestros ojos’.
Pero respecto a la resurrección, ¿no han leído en los escritos de Moisés el relato de la zarza ardiente, donde Dios habló con Moisés y le dijo: ‘Yo soy el Dios de Abrahán, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob?’
Debemos amarlo con todo nuestro corazón, con todo nuestro entendimiento, y con toda nuestra fuerza, y debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esto es mucho más importante que las ofrendas y los sacrificios”.
Cuando Jesús escuchó esto, les dijo: “No son las personas sanas las que necesitan de un médico, sino las que están enfermas. No he venido a invitar a los que hacen lo correcto, sino a quienes no lo hacen, a los pecadores”.
Después de escuchar esta explicación, no volvieron a discutir con él, y alababan a Dios, diciendo: “Ahora Dios ha concedido también a los extranjeros la oportunidad de arrepentimiento y de tener vida eterna”.
Ahora, arrepiéntanse, y cambien sus caminos, para que sus pecados puedan ser limpiados, a fin de que el Señor pueda enviarles oportunidad para sanarse y restaurarse,
Dios lo exaltó a una posición de honor, a su diestra, como Príncipe y Salvador, como una forma de traer arrepentimiento a Israel, y para perdón de pecados.
El Señor no demora el cumplimiento de su promesa, como algunos definen la demora, sino que está siendo muy paciente con ustedes. Pues no quiere que ninguno se pierda, sino que todos se arrepientan.