Destruirá la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará todas las lágrimas, y en todas partes quitará la humillación sufrida por su pueblo. El Señor ha hablado.
Pueblo de Sión, tú que vives en Jerusalén, ya no tendrás que llorar. Cuando clames por ayuda, él será bondadoso contigo. Les responderá en cuanto los escuche.
Los que el Señor ha liberado volverán cantando al entrar en Jerusalén, con coronas de alegría eterna. Les invade el agradecimiento y la alegría; la pena y la tristeza simplemente desaparecen.
“Recorre toda la ciudad de Jerusalén y pon una marca en la frente de los que suspiran y se lamentan por todos los pecados repugnantes que se cometen allí”.
Yo enviaré un espíritu de gracia y oración en la casa de David y sobe los habitantes de Jerusalén. Ellos mirarán al que han atravesado, y se lamentarán sobre él, como quien guarda luto por su único hijo, llorando amargamente por su romogénito.
“Pero Abrahán respondió: ‘Hijo mío, recuerda que tú disfrutaste las cosas buenas de la vida, mientras Lázaro tuvo una vida muy pobre. Ahora está aquí recibiendo consuelo, mientras que tú sufres en el tormento.
“Cuán felices ustedes los pobres, porque el reino de Dios es de ustedes. Cuán felices ustedes los que ahora tienen hambre, porque comerán todo lo que necesiten. Cuán felices ustedes los que ahora están llorando, porque reirán.
Cuánto pesar por los que ahora están saciados, porque estarán hambrientos. Cuánto pesar por ustedes los que ahora ríen, porque llorarán y se lamentarán.
Se arrodilló junto a Jesús y con sus lágrimas mojó sus pies, luego las secó con su cabello. Ella besó sus pies, y luego derramó el perfume sobre ellos.
Feliz es quien soporta con paciencia la tentación, porque cuando haya demostrado que es fiel, recibirá la corona de vida que Dios promete a los que le aman.
El enjugará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no volverá a ocurrir. Y nunca más habrá lamento, llanto, o dolor, porque el mundo anterior ya nunca más existirá”.