Ni siquiera juren por su cabeza, porque ustedes no tienen el poder de hacer que uno solo de sus cabellos sea blanco o negro.
No juren por la tierra, porque es allí donde descansan sus pies. No juren por Jerusalén, por que es la ciudad del gran Rey.
Solamente digan sí o no; cualquier cosa aparte de esto viene del Maligno.
¿Quién de ustedes puede, por mucho que se afane, añadir un minuto a su vida?
¿Acaso pueden ustedes añadir una hora a su vida preocupándose por ello?