cuando Giezi, el siervo de Eliseo, el hombre de Dios, pensó para sí: “¡Mira cómo mi amo ha dejado ir a Naamán el sirio sin aceptar los regalos que trajo! Vive el Señor, que correré tras él y le sacaré algo”.
Han abandonado el camino recto y se han descarriado, siguiendo el camino de Balaam, el hijo de Beor, a quien le gustaba recibir pago por hacer lo malo.
Saúl y su ejército perdonaron a Agag, junto con las mejores ovejas y ganado, los terneros y corderos gordos, y todo lo que era bueno. No quisieron destruir eso, sino que destruyeron por completo todo lo despreciable y que no tenía valor.