Uno de los que estaban con Jesús alcanzó su espada y la sacó. Atacó con ella al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja.
“¡Aun si tengo que morir contigo, nunca te negaré!” insistió Pedro. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
Pero uno de los que estaba allí sacó su espada e hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja.
Pero Jesús se dio vuelta y los reprendió.
Jesús respondió: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis súbditos pelearían para protegerme de los judíos. Pero mi reino no es de aquí”.
Nuestras armas no son de este mundo, pero tenemos el poder de Dios que destruye fortalezas del pensamiento humano, y derriba teorías engañosas.