¡Entro en mi jardín, hermana mía, novia mía! Recojo mirra con mi especia. Como mi panal con mi miel. Bebo vino con mi leche. ¡Comamos nuestra saciedad de amor! Embriaguémonos de amor!
Vengan todos los que tienen sed, vengan a beber el agua. Los que no tienen dinero, vengan, pueden comprar y comer. Vengan y compren vino y leche; no necesitan dinero; no cuesta nada.
Entonces tomó los siete panes y los peces, y después de bendecir la comida, la partió en trozos y la dio a los discípulos, y los discípulos la daban a la multitud.
Mientras comían, Jesús tomó del pan y lo bendijo. Entonces lo partió y lo repartió entre los discípulos. “Tomen este pan y cómanlo porque este es mi cuerpo”, dijo Jesús.
De la misma manera, después de haber terminado de cenar, levantó la copa y dijo: “Esta copa es el nuevo acuerdo en mi sangre que es derramada por ustedes”.
Cuando damos gracias a Dios por la copa que usamos en la Cena del Señor, ¿acaso no participamos de la sangre de Cristo? Y cuando partimos el pan de la comunión, ¿acaso no participamos del cuerpo de Cristo?