Cuando levantaron la vista, no vieron a nadie más allí, excepto a Jesús.
Jesús se acercó a ellos y los tocó. “Levántense”, les dijo. “No tengan miedo”.
Cuando descendieron de la montaña, Jesús les dio instrucciones precisas: “No le digan a nadie lo que vieron hasta que el Hijo del hombre se haya levantado de entre los muertos”, les dijo.
De repente, mientras los discípulos miraban, ya no había nadie. Solo Jesús estaba con ellos.
Y cuando la voz terminó de hablar, Jesús estaba solo. Ellos se guardaron esto, y no le contaron a nadie en ese momento sobre lo que habían visto.