Seis días después Jesús llevó consigo a Pedro, a Santiago, y a su hermano Juan hacia una montaña alta para estar solos allí.
Entonces Jesús se transformó frente a ellos. Su rostro brillaba como el sol. Sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
Entonces llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sufrir tristeza y aflicción agonizantes.
Al sentarse en el Monte de los Olivos, mirando el Templo, Pedro, Santiago, Juan y Andrés le preguntaron en privado:
Él no dejó que ninguno fuera con él, excepto Pedro, Santiago, y Juan, que era el hermano de Santiago.
Cuando Jesús llegó a la casa, no permitió que nadie más entrara, excepto Pedro, Juan y Santiago, y el padre y la madre de la niña.
Esta es mi tercera visita. “Todo cargo debe ser verificado por dos o tres testigos”.
Nosotros no seguimos mitos inventados cuando les hablamos sobre la venida poderosa de nuestro Señor Jesucristo, pues nosotros mismos vimos su majestad.
Nosotros mismos oímos esta voz que habló desde el cielo cuando estábamos con él en el monte santo.