Tales reglas pueden tener cierto sentido para aquellos que practican la piedad egoísta, que están orgullosos de ser humildes, y que “mortifican sus cuerpos;” pero que en realidad no son de ayuda para vencer los deseos pecaminosos.
Cuídense de que nadie los esclavice con sus filosofías y engaños vanos, siguiendo las tradiciones humanas y conceptos de este mundo, ni dejen de seguir a Cristo.