“Señor, por favor, ten misericordia de mi hijo”, le dijo. “Él se vuelve loco y sufre ataques tan terribles que a veces hasta se lanza al fuego o al agua.
Y cuando Jesús entró a la casa donde se alojaba, los hombres ciegos entraron también. “¿Están convencidos de que yo puedo hacer esto?” les preguntó. “Sí, Señor”, respondieron ellos.
Pero Jesús no aceptó, y le dijo: “Ve a tu casa, a tu propio pueblo, y cuéntales todo lo que el Señor ha hecho por ti y cuán misericordioso ha sido contigo”.