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Referencias Cruzadas
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Marcos 7:34

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Luego miró al cielo, y con un suspiro dijo: “Efata”, que quiere decir, “¡ábrete!”

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21 Referencias Cruzadas  

Años más tarde, el rey de Egipto murió. Pero los israelitas seguían gimiendo por su duro trabajo. Su clamor pidiendo ayuda en medio de sus dificultades llegó hasta Dios.

La gente lo despreciaba y lo rechazaba. Era un hombre que realmente sufría y que experimentaba el dolor más profundo. Le tratamos como a alguien a quien se le da la espalda con asco: le despreciamos y no le respetamos.

Jesús se extendió hacia él con compasión y lo tocó, y le dijo: “Quiero. ¡Queda sano!”

A las tres de la tarde Jesús gritó: “Elí, Elí, lema sabactani”, que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Luego sostuvo la mano de la niña y dijo: “Talitha koum”, que quiere decir: “Pequeña niña, ¡levántate!”

Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos peces. Mirando al cielo bendijo el alimento y partió el pan en pedazos. Entonces lo entregó a los discípulos para que lo repartieran entre las personas, y dividió los peces entre todos ellos.

Y los oídos del hombre se abrieron, y ya no tenía impedimento para hablar, y comenzó a hablar con claridad.

Entonces Jesús suspiró profundamente y preguntó: “¿Por qué la gente quiere una señal? Les digo la verdad: No les daré una señal”.

“¡Entonces recibe la vista!” le dijo Jesús. “Tu fe en mí te ha sanado”.

Pero a medida que se acercaba, vio la ciudad y lloró por ella.

Jesús se dirigió hacia el ataúd, y los portadores del féretro se detuvieron. Jesús dijo: “Joven, a ti te digo, levántate”.

Cuando la vio llorando a ella y a los judíos que habían venido con ella, Jesús se sintió atribulado y triste.

Entonces Jesús también lloró.

Muy atribulado, Jesús se dirigió a la tumba. Era una cueva con una gran piedra que tapaba la entrada.

Entonces quitaron la piedra. Jesús levantó su mirada hacia el cielo y dijo: “Padre, gracias por escucharme.

Después de decir esto, Jesús dijo en voz alta: “¡Lázaro, sal de ahí!”

Cuando Jesús terminó de decir esto, levantó su Mirada al cielo y dijo: “Padre, ha llegado el momento. Glorifica a tu Hijo para que el Hijo pueda glorificarte.

Entonces Pedro le dijo: “¡Eneas, Jesucristo te sana! ¡Levántate y recoge tu camilla!” Y de inmediato Eneas se levantó.

Entonces Pedro les pidió que salieran de la habitación, y se arrodilló y oró. Entonces dio vuelta al cuerpo de Tabita y dijo: “Tabita, levántate”. Entonces ella abrió los ojos, y cuando vio a Pedro se sentó.

Pues el sumo sacerdote que tenemos no es uno que no pueda entender nuestras debilidades, sino uno que fue tentado de la misma forma que nosotros, pero no pecó.




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