Los hombres que cuidaban el rebaño de cerdos salieron corriendo, y difundieron la noticia por toda la ciudad y en el pueblo. La gente vino a ver lo que había pasado.
“No den a los perros lo que es santo. No tiren sus perlas a los cerdos. Así los cerdos no las pisotearán, y los perros no vendrán a atacarlos a ustedes.
Los que cuidaban el rebaño de cerdos, salieron corriendo. Entonces se fueron hacia la ciudad y le contaron a la gente que estaba allí todo lo que había sucedido y lo que había ocurrido con los dos hombres endemoniados.
Y Jesús permitió que lo hicieran. Entonces los espíritus malignos salieron de aquél hombre y se fueron hacia el lugar donde estaban los cerdos. Y todo el rebaño, cerca de dos mil cerdos, salió corriendo cuesta abajo por un precipicio hacia el mar y se ahogaron.