(Jesús dijo esto porque ellos decían: “Él tiene un espíritu maligno”).
Pero los líderes religiosos de Jerusalén, decían: “¡Él está poseído por Belcebú! ¡Es en nombre del príncipe de los demonios que los expulsa!”
pero si alguno blasfema rechazando al Espíritu Santo, no podrá ser perdonado, porque es culpable de un pecado eterno”.
Entonces la madre de Jesús y sus hermanos llegaron. Lo esperaron afuera y mandaron a alguien para que le pidiera que saliera.
Muchos de ellos decían: “¡Está poseído por un demonio! ¡Está loco! ¿Por qué lo escuchan?”