Una vez más Jesús fue a la sinagoga. Allí estaba un hombre que tenía una mano lisiada.
Cuando el rey Jeroboam oyó la condena que el hombre de Dios había gritado contra el altar de Betel, le señaló con la mano y dijo: “¡Arréstenlo!” Pero la mano con la que el rey lo había apuntado se paralizó y no podía retirarla.
Partieron de allí hacia Capernaúm, y el sábado Jesús entró a la sinagoga y enseñaba allí.
Así que Jesús se fue por toda Galilea, hablando en las sinagogas y expulsando demonios.
“Así que el Hijo del hombre es Señor incluso del sábado”.
Multitudes de personas enfermas yacían en estos pórticos: —ciegos, cojos, y paralíticos.