Cuando los líderes religiosos de los Fariseos vieron a Jesús comiendo con tales personas, le preguntaron a los discípulos de Jesús: “¿Por qué Jesús come con los recaudadores de impuestos y pecadores?”
Dicen a los demás: ¡Mantengan la distancia! No te acerques a mí, pues soy demasiado santo para que me toques. ¡Esta gente es como el humo en mis narices, un hedor que arde todo el día!
Si aun así él se niega a escucharte, entonces dilo a la iglesia. Si se niega a escuchar a la iglesia, entonces trátalo como a un extranjero y recaudador de impuestos.
Y cuando los Fariseos vieron esto, le preguntaron a los discípulos de Jesús: “¿Por qué el Maestro de ustedes come con los recaudadores de impuestos y pecadores?”
Esa noche Jesús cenó en la casa de Leví. Muchos recaudadores de impuestos y “pecadores” se unieron a Jesús y sus discípulos para la cena, porque muchos de ellos lo seguían.
El Fariseo estaba en pie y oraba, diciendo: ‘Dios, te agradezco porque no soy como otras personas, como los ladrones o criminales, adúlteros, o incluso como este recaudador de impuestos.
Y surgió gran conmoción y uno de los maestros de la ley Fariseos se puso en pie y argumentó con firmeza: “¡Consideramos que este hombre no es culpable! Es posible que un espíritu le haya hablado, o un ángel”.