Se preguntaban unas a otras: “¿Quién rodará por nosotras la piedra que está en la entrada de la tumba?”
Y muy temprano, el domingo por la mañana, cuando apenas salía el sol, fueron a la tumba.
Pero cuando llegaron, vieron que la piedra enorme y pesada ya estaba rodada de su lugar.
Temprano, el primer día de la semana, mientras aún estaba oscuro, María Magdalena fue a la tumba y vio que habían movido la piedra que estaba a la entrada.