Las naciones pelearán unas contra otras, y los reinos unos contra otros. Habrá terremotos en diferentes lugares, y hambrunas. Estos son los comienzos de los dolores de parto que sufrirá el mundo.
Ellos le dijeron: “Esto es lo que dice Ezequías: Hoy es un día de angustia y de castigo. Es como cuando los bebés llegan a la entrada del canal de parto, pero no hay fuerzas para darlos a luz.
Esto es lo que dice el Señor Todopoderoso: ¡Cuidado! El desastre está cayendo sobre una nación tras otra; una inmensa tormenta se está formando en la distancia.
Oigo los gritos de una mujer que está dando a luz, los gemidos agónicos de una mujer que da a luz a su primer hijo. Son los gritos de la Hija de Sión, que jadea y extiende las manos diciendo: “¡Por favor, ayúdenme, me están matando!”
El pueblo responde, “Nos hemos enterado de la noticia y nuestras manos están inmovilizadas por la conmoción. Nos invade la agonía y sufrimos dolores como una parturienta.
Destruiré los tronos y reinos, y el poder de los reinos sobre las naciones. Destruiré los carruajes y a sus jinetes. Los caballos y los jinetes caerán, y los hombres se matarán unos a otros con espada.
“¡Cuídense! Ellos los entregarán a ustedes a las cortes para ser juzgados. Ustedes serán golpeados en las sinagogas. Y por mi causa ustedes tendrán que estar en pie frente a gobernantes y reyes, y ustedes les testificarán.
Y uno de ellos, llamado Ágabo se puso en pie y profetizó una advertencia por medio del Espíritu que habría una hambruna terrible que afectaría a todo el mundo. (Esto se cumplió durante el reinado del Emperador Claudio).
Cuando la gente hable de paz y seguridad, de repente vendrá destrucción sobre ellos. Será como el inicio repentino de los dolores de parto, y ciertamente no escaparán.
Y salió otro caballo, que era rojo. Al que lo cabalgaba se le dio una espada grande, y el poder de quitar la paz de la tierra para que las personas se matasen unas a otras.