Jesús lo miró con amor y dijo: “Solo te falta una cosa. Ve y vende todo lo que posees, da el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Entonces ven y sígueme”.
El joven Siquem no perdió tiempo en arreglar esto porque estaba encaprichado con la hija de Jacob, y se le consideraba la persona más importante de la familia de su padre.
Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, entonces ve y vende todas tus posesiones, da el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Entonces ven y sígueme”.
Jesús entonces llamó a la multitud y a sus discípulos para que se acercaran a él, y les dijo: “Si alguno quiere seguirme, debe renunciar a sí mismo, cargar su cruz y entonces seguirme.
Vendan lo que tienen, y denle el dinero a los pobres. Tomen tesoros que no se agotan: tesoros en el cielo que nunca se acabarán, donde ningún ladrón puede robarlo, ni el moho puede destruirlo.
Cuando Jesús oyó esto, le dijo al hombre: “Aún te falta una cosa. Ve y vende todo lo que tienes, dale el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. ¡Entonces ven y sígueme!”
Les he dicho todo esto a fin de que tengan paz porque ustedes son uno conmigo. Ustedes sufrirán en este mundo, pero sean valientes— ¡Yo he derrotado al mundo!”
Mostraron compasión con los que estaban en la cárcel, y entregaron con alegría sus posesiones cuando les fueron confiscadas, sabiendo que cosas mejores vendrán para ustedes, cosas que realmente perdurarán.
“Pero tengo unas cuantas cosas contra ti: Hay algunos entre ustedes que guardan las enseñanzas de Balaam, quien enseñó a Balac a engañar a los hijos de Israel por medio de alimentos sacrificados a ídolos y por medio de pecados sexuales.
“Pero tengo algo contra ti: estás dejando que la mujer llamada Jezabel, que se llama a sí misma profetisa, enseñe a mis seguidores, conduciéndolos a la perdición de pecados sexuales, y a comer alimentos sacrificados a ídolos.