Dicen a los demás: ¡Mantengan la distancia! No te acerques a mí, pues soy demasiado santo para que me toques. ¡Esta gente es como el humo en mis narices, un hedor que arde todo el día!
Escuchen lo que el Señor tiene que decir, los que tiemblan cuando él habla. Esto es lo que han dicho algunos de los que te odian y te echan: “Que el Señor sea glorificado, para que veamos lo feliz que eres!” pero son ellos los que van a ser humillados.
Pero el Señor le preguntó: “¿tienes una Buena razón para estar enojado por la planta?” “¡Por supuesto que sí!” respondió Jonás. “¡Estoy enojado hasta la muerte!”
“¡Oh Jerusalén, Jerusalén, tú matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a todos tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas, pero tú no quisiste!
“Entonces el hermano mayor le dijo a su padre: ‘Mira, todos estos años te he servido, y nunca te he desobedecido, pero nunca me diste siquiera un becerro pequeño para hacer una fiesta con mis amigos.
Cuando el Fariseo que había invitado a Jesús vio esto, pensó: “Si este hombre realmente fuera un profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando, y qué clase de persona fue. ¡Sabría que ella es una pecadora!”
Pero los judíos incitaron a mujeres devotas e influyentes y también a líderes de la ciudad para perseguir a Pablo y a Bernabé, y los expulsaron de su territorio.
Pero entonces ciertos judíos de Antioquía e Iconio llegaron y se ganaron la simpatía de la multitud. Y apedrearon a Pablo, y lo arrastraron hasta las afueras de la ciudad, pensando que estaba muerto.
Así que mi pregunta es: “¿No sabía Israel?” Primero que nada, Moisés dice: “Les haré sentir celos usando un pueblo que ni siquiera es una nación; los haré enojarse usando extranjeros ignorantes”.
tratando de detener nuestra predicación a las otras naciones para impedir que se salven. Ellos siempre están pecando hasta el máximo nivel, pero para ellos ha llegado el juicio con todo su peso.
Cuando Eliab, el hermano mayor de David, lo oyó hablar con los hombres, se enojó con él. “¿Qué haces aquí?” , le preguntó. “¿Con quién has dejado esas pocas ovejas en el desierto? ¡Sé lo orgulloso y malvado que eres! Sólo has venido a ver la batalla”.
Lo que cantaban enojó mucho a Saúl, pues no le pareció bien. Se dijo a sí mismo: “A David le han dado el crédito de haber matado a decenas de miles, pero a mí sólo a miles. Lo único que falta es darle el reino”.