“Yo soy Gabriel”, respondió el ángel. “Yo estoy en la presencia de Dios, y fui enviado para hablarte y entregarte esta buena noticia.
Al sexto mes de su embarazo, Dios envió al ángel Gabriel a una joven llamada María, que vivía en la ciudad de Nazaret, en Galilea.
Asegúrense de no menospreciar a estos pequeños. Yo les digo que en el cielo sus ángeles siempre están con mi Padre celestial.
También oí una voz humana que llamaba desde el río Ulai: “Gabriel, explica a este hombre el significado de la visión”.
Y como tenemos tal sumo sacerdote que ha ascendido al cielo, Jesús, el Hijo de Dios, asegurémonos de mantenernos en lo que decimos creer.
“¡No tengan miedo!” – les dijo el ángel. “Estoy aquí para darles la buena noticia que traerá felicidad a todos.
Pero como no creíste lo que te dije, te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el momento indicado, cuando mis palabras se cumplan”.
Manténganse despiertos y oren, para que puedan escapar de todas las cosas que sucederán y estén en pie ante el Hijo del hombre”.