El sacerdote agitará los corderos como ofrenda mecida ante el Señor, junto con el pan de las primicias. El pan y los dos corderos son sagrados para el Señor y pertenecen al sacerdote.
Traigan dos panes de sus casas como ofrenda mecida. Hacedlos de dos décimas de efa de la mejor harina, cocidos con levadura, como primicias para el Señor.
Ese mismo día anunciará una reunión santa, y no deberá hacer ningún trabajo habitual. Este reglamento es para todos los tiempos y para las generaciones futuras, dondequiera que vivan.