pero como tiene un defecto, no se le permite acercarse a la cortina o al altar, para que mi santuario y todo lo que hay en él no se vuelva impuro, porque yo soy el Señor que los hago santos”.
Estas son las instrucciones que quiero darte, Timoteo, mi hijo, siguiendo las profecías que te han traído hasta aquí, para que puedas pelear la buena batalla.