Raquel había puesto los ídolos de la casa en una alforja de camello y estaba sentada en ella. Labán buscó cuidadosamente en toda la tienda pero no los encontró.
Todo el que toque lo que estaba debajo de él será impuro hasta la noche. Cualquiera que recoja estas cosas tiene que lavar su ropa y lavarse con agua, y serán inmundos hasta la tarde.