“Cualquiera que tenga una hinchazón, un sarpullido o una mancha en la piel que pueda ser una enfermedad infecciosa de la piel debe ser llevado a Aarón el sacerdote o a uno de sus descendientes.
Que la culpa de su muerte caiga sobre Joab y su familia. Que los descendientes de Joab siempre tengan a alguien que tenga llagas, o lepra, o esté lisiado o que lo maten a espada, o que se muera de hambre”.
Naamán, el comandante del ejército del rey de Aram, era considerado un gran hombre por su amo y muy respetado, pues a través de él el Señor había hecho victoriosos a los arameos. Era un poderoso guerrero, pero tenía lepra.
“¡Ahora por causa de esto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tus descendientes para siempre!” Y cuando Giezise marchó, tenía la lepra: se veía blanco como la nieve.
El sacerdote inspeccionará lo que sea que esté en la piel. Si el pelo se ha vuelto blanco y si el problema parece ser más que algo en la superficie, es una enfermedad grave de la piel, y el sacerdote que lo inspeccione declarará a la persona impura.
Cuando la nube se elevó sobre la Tienda, la piel de Miriam se volvió repentinamente blanca por la lepra. Aarón se volvió a mirar y vio que tenía lepra.
“Asegúrate de no decirle a nadie acerca de esto”, le dijo. “Ve donde el sacerdote y preséntate delante de él. Da la ofrenda que exige la ley de Moisés por tal limpieza, para que el pueblo tenga una prueba de ello”.
“No se lo cuentes a nadie”, le indicó Jesús. “Ve y preséntate tú ante el sacerdote y lleva la ofrenda ceremonial conforme a la ley de Moisés como prueba de que has sido sanado”.
Cuando se trata de enfermedades infecciosas de la piel, asegúrense de seguir cuidadosamente todas las instrucciones de los sacerdotes levitas. Tengan cuidado de seguir las órdenes que les he dado.