¿Qué haremos con las esposas para los que quedan, ya que hemos jurado ante el Señor que no permitiremos que ninguna de nuestras hijas se case con ellos?”
Pero no podemos permitirles que tengan a nuestras hijas como esposas, ya que nosotros, como pueblo de Israel, hicimos un juramento sagrado, diciendo: ‘¡Maldito aquél que le dé una esposa a un benjaminita!’”
Si sus padres o hermanos vienen a quejarse a nosotros, les diremos: ‘Por favor, hágannos un favor, porque no pudimos encontrar suficientes esposas para ellos en la guerra. Y no es que ustedes sean culpables de romper el juramento, ya que no las dieron en matrimonio’”.
Entonces preguntaron: “¿Quién de todas las tribus de Israel no asistió a la asamblea que celebramos ante el Señor en Mizpa?” Descubrieron que nadie de Jabés Galaad había acudido al campamento para la asamblea,
Pero el pueblo le dijo a Saúl: “¿Tiene que morir Jonatán, el que logró esta gran victoria en Israel? ¡De ninguna manera! Juramos por la vida del Señor que ni un solo cabello de su cabeza caerá al suelo, pues fue con la ayuda de Dios que logró esto hoy”. El pueblo salvó a Jonatán, y éste no murió.