Sansón clamó al Señor: “Señor Dios, por favor acuérdate de mí y dame fuerzas. Por favor, Dios, hazlo sólo una vez más, para que con un acto pueda pagar a los filisteos en venganza por la pérdida de mis dos ojos”.
Sansón gritó: “¡Dejadme morir con los filisteos!” y empujó con todas sus fuerzas. El templo se derrumbó sobre los gobernantes y toda la gente que estaba en él. Así, los muertos a su muerte fueron más que los que él mató en vida.