Una tarde, David se levantó de dormir la siesta y se paseó por el tejado del palacio. Desde el tejado vio a una mujer bañándose, una mujer muy hermosa.
Sansón dijo al criado que lo llevaba de la mano: “Déjenme junto a las columnas sobre las que se apoya el templo para que pueda palparlas y apoyarme en ellas”.
Sansón clamó al Señor: “Señor Dios, por favor acuérdate de mí y dame fuerzas. Por favor, Dios, hazlo sólo una vez más, para que con un acto pueda pagar a los filisteos en venganza por la pérdida de mis dos ojos”.
Pero había una torre fuerte dentro de la ciudad. Todos los hombres y mujeres y los líderes de la ciudad corrieron hacia allí y se atrincheraron, y luego subieron al techo de la torre.