Ella respondió: “Padre, has hecho una promesa solemne al Señor. Haz conmigo lo que prometiste, porque el Señor trajo la venganza de tus enemigos, los amonitas”.
Pero considero que mi vida no tiene ya valor para mí mismo. Solo quiero terminar mi misión y el ministerio que el Señor Jesús me dio de ser testigo de la buena noticia de la gracia de Dios.
Sin embargo, Pablo respondió: “¿Qué hacen? Están llorando y rompen mi corazón. No solo estoy listo para ser amarrado en Jerusalén, sino también para morir allí por causa del Señor Jesús”.
Sehón, rey de los amorreos, que vivía en Hesbón, gobernaba desde Aroer, en el borde del valle de Arnón, todo el camino desde la mitad del valle hasta el río Jaboc, la frontera con los amonitas (e incluía la mitad de Galaad).