Sin embargo, el Señor, el Dios de Israel, entregó a Sehón y a todo su pueblo a los israelitas, que los derrotaron. Así, los israelitas se apoderaron de toda la tierra habitada por los amorreos.
“Fijaré sus fronteras desde el Mar Rojo hasta el Mar de los Filisteos, y desde el desierto hasta el río Éufrates. Te entregaré los habitantes de la tierra y tú los expulsarás.
Sin embargo, yo exterminé a los amorreos delante de ustedes, aunque eran tan grandes como los cedros y tan fuertes como los robles. Los destruí desde la raíz y así mismo su tallo.
Los israelitas los derrotaron, matándolos con sus espadas. Se apoderaron de su tierra desde el río Arnón hasta el río Jaboc, pero sólo hasta la frontera de los amonitas, porque estaba bien defendida.