Dos hombres ciegos estaban sentados junto al camino. Y cuando escucharon que Jesús iba pasando por allí, clamaron: “¡Ten misericordia de nosotros, Señor, hijo de David!”
Entre la multitud había una mujer que había sufrido de sangrado durante doce años. Y había gastado todo lo que tenía en médicos, pero ninguno de ellos había podido ayudarla.
Un hombre que estaba allí, había estado enfermo durante treinta y ocho años. Jesús lo miró, sabiendo que había estado allí por mucho tiempo, y le preguntó:
Cuando la gente que estaba allí vio la serpiente colgando de su mano, se dijeron unos a otros: “Este hombre debe ser un asesino. Aunque escapó de la muerte en el mar, la justicia no lo dejará vivo”.