Sométanse a su hijo para que no se enoje y mueran repentinamente. Su ira se inflama de repente, pero felices son los que acuden a él buscando protección.
Discutan esto juntos, y luego hablen, presenten su caso. ¿Quién predijo esto hace tiempo? ¿Quién dijo lo que pasaría en el futuro en el pasado? ¿No fui yo, el Señor? No hay otro Dios aparte de mí, no hay otro Dios que haga lo correcto y que salve. No hay otro Dios sino yo.
Estén felices y celebren, pueblo de Sión! ¡Grita, pueblo de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti. Él hace lo recto y trae la salvación; es humilde, viene montado sobre un asno—en realidad sobre un potro, que es la cría de un asno.
El Padre lo ha confiado todo en mis manos, y ninguno entiende verdaderamente al Hijo, excepto el Padre, y nadie entiende verdaderamente al Padre, excepto el Hijo, y aquellos a quienes el Hijo elige para mostrarles al Padre.
“Todo el que los oye a ustedes me oye a mí, y todo el que los rechaza a ustedes me rechaza a mí. Pero cualquiera que me rechaza a mí, rechaza al que me envió”.
Les escribo a todos ustedes que están en Roma, que son amados de Dios y están llamados para ser su pueblo especial. ¡Gracia y paz a ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo!
Pero ustedes no siguen su naturaleza pecaminosa sino al Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Porque aquellos que no tienen el Espíritu de Cristo dentro de ellos, no le pertenecen a él.
De hecho, era como una sentencia de muerte dentro de nosotros. Esto nos sirvió para dejar de depender de nosotros mismos y comenzar a confiar en Dios, quien levanta a los muertos.
Porque Dios estaba en Cristo trayendo al mundo de regreso de la hostilidad a la amistad con él, sin contar sus pecados, y dándonos este mensaje para convertir a sus enemigos en sus amigos.
Esa también es una razón por la cual sufro todas estas cosas, pero no me avergüenzo, porque sé en quién he confiado. Estoy seguro de que él puede cuidar de lo que le he confiado hasta el Día de su regreso.
Esta carta viene de parte de Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, quien la envía a los que participan con nosotros de la preciosa fe en nuestro Dios y Salvador Jesucristo, el único que es verdaderamente justo y bueno.
Todos aquellos que se vuelven extremistas y no siguen la enseñanza de Cristo, ni tienen a Dios. Los que siguen la enseñanza de Cristo tienen tanto al Padre como al Hijo en ellos.