Les digo la verdad, y es que ustedes van a llorar y lamentarse, pero el mundo se alegrará. Ustedes estarán afligidos, pero su aflicción se convertirá en alegría.
Así que los otros discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor”. Pero él respondió: “No lo creeré hasta que vea las marcas de los clavos en sus manos y ponga mi dedo en ellas, y ponga mi mano en su costado”.
Esta carta trata sobre la Palabra de vida que existía desde el principio, que hemos escuchado, que hemos visto con nuestros propios ojos y le hemos contemplado, y que hemos tocado con nuestras manos.